… “ y es en la unidad de la totalidad, donde me reconozco como la Creadora y la Creación, Guardiana de la Tierra y la Vida en un camino de sabiduría y conciencia en el que cada día aprendo a ser mejor humana”.
Nuna Saya
Y desde Argentina nos llega para el otoño Finales de Septiembre, el taller de Munay Ki. Nuna Saya escribe como trayectoria vital:
Al encarnar en esta vida, elegí como padres biológicos a Francisca Elsa Scanda y a Francisco José Romualdo Lorenzi, maestros que honro en gratitud, con todo mi Ser.
Ellos me llamaron Ana María y en la evolución que transitó mi Alma, por distintos caminos para recuperarse y reencontrarse a sí misma, un día decidió despedir a Ana María en un rito de muerte, que implicó la decisión de dejar de aprender desde el sufrimiento.
Entonces asumió la responsabilidad de reinventarse en un nuevo nacimiento, siendo la editora y protagonista de una nueva historia, esta vez como hija de la Madre Tierra y el Padre Sol, llamándome: Nuna Saya. (en quechua: Alma que se yergue, que se levanta, que se eleva) En este y tantos personajes que interpreto hoy en la danza de la vida, me reinvento cotidianamente, aprendiendo desde el amor, mientras mi Alma se viste de colores y dibuja una sonrisa en libertad y CoCreando en Conciencia.
En cierta oportunidad, en mi primer viaje a Perú, estando en el lago Titicaca, tuve una fuerte experiencia que con el tiempo descubrí que había sido una iniciación espontánea. Esto se produjo a partir de escuchar cantar a un grupo de la zona que manifestó haber bajado de la montaña para entregar el mensaje de su padre de 90 años. Nunca supe qué decían las canciones, pero sí supe que mis células lo recibieron y mi cuerpo se manifestó de tal forma que debí ser traslada en ambulancia e internada. Allí tuve algunas visiones.
A partir de ese momento mi vida cambió para siempre. Empecé a jugar otro juego. Inicié mi camino chamánico, un camino que me ayudó a recordar que siempre otra historia es posible y que la llave está en mi corazón. Una historia que me conectó con una sabiduría ancestral y la magia de los Andes, una historia que me abrió a la vida y me enseñó a pintar nuevas obras con mejores pinceles y variados colores.
En ese intenso camino que elegí recorrer como si las voces de un pasado ancestral que me pertenecía me hubieran llamado, transité mi autosanación, con valentía, con coraje y una enorme fuerza que brotaba de mi corazón encendido, pidiendo a gritos que le permitiera abrirse..
Miré a mis miedos de frente, recorrí las heridas de esta y otras vidas que acompañaron a mi alma, para abrazarlas y recomponer mis pedazos perdidos. La danza, las ceremonias, los ritos de iniciación y pasaje chamánico, los viajes a la selva y a la montaña, las personas con las que caminé compartiendo una visión, fueron mi sostén.Y un día, luego de mucho andar, de haber conectado con el silencio más profundo, la soledad más intensa y mis peores demonios, descubrí que mi montaña se empezaba a mover y mi sanación se estaba haciendo realidad.
Supe que mi alma se estaba completando y empezaba a recuperar mi poder, el poder de manifestar un nuevo sueño y hacer otro juego, al sanar las heridas con amor.
Entonces mi Alma me pidió despedir a Ana María, con sus viejas historias de dolor en un rito de muerte y hacer un pasaje hacia el nacimiento y bautismo de Nuna Saya, hija de la Pachamama y Tayta Inti. Así ella nació en Chile, rodeada por las montañas que la acunaron, y vino con toda la fuerza para aprender desde la armonía y la compasión, traer alegría y amor, compartir sentimientos, vivencias y sabiduría con la Gran Familia Humana.
Luego de este enorme viaje de conciencia, se sucedieron otros viajes, otras miradas, nuevas purificaciones, otros juegos, nuevos sueños y esta vez mi corazón se abrió para compartir el camino que había transitado con quienes lo sintieran.
Nací en este personaje con todo el empuje y la pasión de quien se reinventa, pero luego de un tiempo sentí la carga de quedar atrapada en lo que sentí como caos e injusticia y mi corazón pidió abrirse más.
De repente, un día sentí fuertemente que desde Nuna Saya había llegado el momento de honrar la memoria de Ana María con un viaje para el día de su cumpleaños. Cuando percibí este llamado, mi Alma rebosó de alegría aunque no comprendía qué estaba sucediendo pero sí sabía que esta era obra del Espíritu y me dejé llevar en este nuevo juego mágico y maravilloso.
Atravesé los desafíos físicos que implicaban el viaje y al hacerlo, me conecté con lo más ancestral del origen de la tierra, la vida y el humano.
En este gran viaje Ana María y Nuna Saya se fundieron en la luz de una ancestralidad perfecta con el corazón y el útero de la Madre Tierra, más allá del tiempo y lo ordinario. Sentí el amor más puro, la alegría de Ser y el retorno al hogar. Atacama, El Lincabur, Kimal, la naturaleza toda me retribuyeron por lo transitado y entregado, sentí que estábamos en ayni.