Esta semana en el país salió un artículo sobre el reconocimiento de los derechos básicos a determinados simios. Justo después de haber hecho una pequeña donación a Rainfer, el mayor centro de protección de primates de la península. Después de haber conseguido el dinero para la campaña de calefacción para enero y para febrero. Guillermo Altares mencionaba que la justicia americana está siendo pionera a la hora de reconocer una serie de derechos básicos a grandes simios. El caso más relevante y reciente es el de una jueza argentina que ha reconocido a una orangutana, de nombre Sandra, la cualidad de "persona no humana" para protegerla de un trato cruel. A la justicia de Nueva York, ha llegado también el caso de Tommy, un chimpancé para el que sus abogados pedían el habeas corpus, el derecho del detenido a comparecer ante un juez para que resuelva si su arresto fue legal. De este modo, ciertos animales comienzan a ser no solo objetos, sino también sujetos de un cierto derecho en los sistemas jurídicos. Esto está siendo solicitado para simios, orcas, delfines, y elefantes.
La moratoria de la caza de ballenas es de 1986, y es la culminación de un proceso iniciado en 1935, en el que converge el pánico ante la extinción de las ballenas y un genuino salto de conciencia evolutivo que entronca con lo que el filósofo Peter Singer denomina "la esfera expansiva de los derechos", un proceso creciente de inclusión de otros seres en nuestro círculo de empatía. Esta esfera expansiva comienza por nuestra familia, nuestra tribu, etnia, género, y paulatinamente va creciendo para incluir a los animales, empezando por los grandes simios, y siguiendo, esperemos, por el resto de los mamíferos, animales y seres sintientes.
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