Post estado de flotar de las vacaciones
El estado de flotar de unas vacaciones bien merecidas y bien disfrutadas...
También de repente me viene las siguientes frases de Marina Garcés al hilo de la vuelta al cole en determinadas comunidades, ya que mis queridas amigas de Alicante aún tienen hasta la semana que viene y ayer era curioso que una de ellas me dijera que se les estaban acabando los días de libertad. En realidad nunca basta si no sentimos esa libertad todo el rato, hagamos lo que hagamos, aunque sea en el trayecto de conducir "al empleo", o durante la totalidad ya sería el summum....
Y las frases de Marina Garcés: ¿Por qué venís? Me lo pregunto cada vez que os veo llegar, un@ tras otr@, y sentaros silenciosamente, siempre en el mismo lugar sin que nadie os lo haya pedido: ni volver, ni sentarse en el mismo lugar. El ritual se repite cada día. Entrar en la clase escalonadamente, subir las persianas, abrir las ventanas, enrollar la pantalla que cubre la pizarra, e intercambiar dos o tres comentarios hasta que yo arranco a hablar. Os cuento cosas de Oriente, intento poner los prejuicios de la filosofía patas arriba, abro vías de escape hacia los impensados y os ofrezco caminos de retorno que ya no sean los mismos, ni nosotr@s tampoco. Propongo debates, lecturas en grupo, seminarios a partir de sus investigaciones. Me seguís, hacéis todo lo que os digo: escuchar, anotar, comentar las lecturas, discutir en los debates. Presentaréis un trabajo el día que toca. Supongo que de eso se trata y que eso es lo que hay que hacer, asignatura a asignatura, a través del horario que da ritmo a la semana y forma a vuestra vida de estudiantes. ¿No ha sido siempre así?
Fluyendo. La novedad en lo conocido. Cada aquí y ahora sin estar atrapad@s por el pasado.
Si os escribo y si es urgente es porque ahora ya no es siempre. A pesar de entrar en la misma aula, aunque nos sepamos el ritual, ahora pisamos una realidad que ya no es la misma y en la que nuestro encuentro semanal se ha vuelto simplemente una extravagancia. Estamos fuera de lugar, circulamos fuera de pista y seguramente nos queda poco tiempo. Lo que digo no es fruto de una sugestión apocalíptica ni de un victimismo anti-recortes. Es que la universidad ya hace años que silenciosamente navega hacia su transformación radical, con una hoja de ruta de la que no somos parte. Los intelectuales se lamentan, nostálgicos e impotentes. Profesores y estudiantes conjuramos el miedo al cambio haciendo como si no pasara nada, obedeciendo como autómatas las pautas muertas de una institución que a vosotros ya no os dará nada a cambio, más que un título devaluado de un país arruinado donde directamente sobráis, vosotros y el 50% de los jóvenes que no encuentran nada que hacer. Nuestra obediencia me avergüenza.
Sólo tenemos dos opciones: o huimos de aquí, como muchos ya están haciendo, o hacemos de nuestra extravagancia un desafío. ¿Desafío a qué? A la racionalidad instrumental y calculadora que coloniza nuestras vidas a medida que avanzan los efectos de la desposesión a la que estamos sometidos. Estamos siendo expropiados, de bienes comunes y de riqueza colectivamente producida. Pero también estamos siendo expropiados de nosotros mismos, de nuestros valores, de nuestras apuestas y convicciones. La crisis no sólo nos hace más pobres, también nos hace más miserables. Tengámoslo claro: el valor, en términos de cálculo, que obtendréis de esta carrera es cero. Pero la riqueza que podéis sacar será, si se quiere, inagotable. El rendimiento no depende de vosotros. La riqueza, sí.
Y sigo, después de als vacaciones, la domesticación. Y cuesta. Y además, el cambio de horario, que por un lado muy bien pero por otro el cuerpo se queja, el cuerpo está cansado hasta que vuelve a interiorizar el nuevo ritmo. El Post estado de flotar durará poco si no haces de ello una pposibilidad desplegable que abras a menudo para ser y no dejar de serlo.
También de repente me viene las siguientes frases de Marina Garcés al hilo de la vuelta al cole en determinadas comunidades, ya que mis queridas amigas de Alicante aún tienen hasta la semana que viene y ayer era curioso que una de ellas me dijera que se les estaban acabando los días de libertad. En realidad nunca basta si no sentimos esa libertad todo el rato, hagamos lo que hagamos, aunque sea en el trayecto de conducir "al empleo", o durante la totalidad ya sería el summum....
Y las frases de Marina Garcés: ¿Por qué venís? Me lo pregunto cada vez que os veo llegar, un@ tras otr@, y sentaros silenciosamente, siempre en el mismo lugar sin que nadie os lo haya pedido: ni volver, ni sentarse en el mismo lugar. El ritual se repite cada día. Entrar en la clase escalonadamente, subir las persianas, abrir las ventanas, enrollar la pantalla que cubre la pizarra, e intercambiar dos o tres comentarios hasta que yo arranco a hablar. Os cuento cosas de Oriente, intento poner los prejuicios de la filosofía patas arriba, abro vías de escape hacia los impensados y os ofrezco caminos de retorno que ya no sean los mismos, ni nosotr@s tampoco. Propongo debates, lecturas en grupo, seminarios a partir de sus investigaciones. Me seguís, hacéis todo lo que os digo: escuchar, anotar, comentar las lecturas, discutir en los debates. Presentaréis un trabajo el día que toca. Supongo que de eso se trata y que eso es lo que hay que hacer, asignatura a asignatura, a través del horario que da ritmo a la semana y forma a vuestra vida de estudiantes. ¿No ha sido siempre así?
Fluyendo. La novedad en lo conocido. Cada aquí y ahora sin estar atrapad@s por el pasado.
Si os escribo y si es urgente es porque ahora ya no es siempre. A pesar de entrar en la misma aula, aunque nos sepamos el ritual, ahora pisamos una realidad que ya no es la misma y en la que nuestro encuentro semanal se ha vuelto simplemente una extravagancia. Estamos fuera de lugar, circulamos fuera de pista y seguramente nos queda poco tiempo. Lo que digo no es fruto de una sugestión apocalíptica ni de un victimismo anti-recortes. Es que la universidad ya hace años que silenciosamente navega hacia su transformación radical, con una hoja de ruta de la que no somos parte. Los intelectuales se lamentan, nostálgicos e impotentes. Profesores y estudiantes conjuramos el miedo al cambio haciendo como si no pasara nada, obedeciendo como autómatas las pautas muertas de una institución que a vosotros ya no os dará nada a cambio, más que un título devaluado de un país arruinado donde directamente sobráis, vosotros y el 50% de los jóvenes que no encuentran nada que hacer. Nuestra obediencia me avergüenza.
Sólo tenemos dos opciones: o huimos de aquí, como muchos ya están haciendo, o hacemos de nuestra extravagancia un desafío. ¿Desafío a qué? A la racionalidad instrumental y calculadora que coloniza nuestras vidas a medida que avanzan los efectos de la desposesión a la que estamos sometidos. Estamos siendo expropiados, de bienes comunes y de riqueza colectivamente producida. Pero también estamos siendo expropiados de nosotros mismos, de nuestros valores, de nuestras apuestas y convicciones. La crisis no sólo nos hace más pobres, también nos hace más miserables. Tengámoslo claro: el valor, en términos de cálculo, que obtendréis de esta carrera es cero. Pero la riqueza que podéis sacar será, si se quiere, inagotable. El rendimiento no depende de vosotros. La riqueza, sí.
Y sigo, después de als vacaciones, la domesticación. Y cuesta. Y además, el cambio de horario, que por un lado muy bien pero por otro el cuerpo se queja, el cuerpo está cansado hasta que vuelve a interiorizar el nuevo ritmo. El Post estado de flotar durará poco si no haces de ello una pposibilidad desplegable que abras a menudo para ser y no dejar de serlo.
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