Humanista y feminista, ensayista, psicoanalista, lingüista, semióloga, escritora, docente. En 45 años de investigación y vida profesional, Julia Kristeva atravesó en primera línea los sobresaltos de la historia contemporánea hasta transformarse en una dama respetada y elegante, con más de 40 libros publicados y una decena de títulos universitarios.
Kristeva y la adolescencia
En 1979, después de participar en los seminarios de
Jacques Lacan, se convirtió en psicoanalista y teórica del lenguaje y
terminó estableciendo una relación entre Semiología y Análisis psicológico.
Humanista y feminista, ensayista, psicoanalista, lingüista, semióloga, escritora, docente. En 45 años de investigación y vida profesional, Julia Kristeva atravesó en primera línea los sobresaltos de la historia contemporánea hasta transformarse en una dama respetada y elegante, con más de 40 libros publicados y una decena de títulos universitarios.
Humanista y feminista, ensayista, psicoanalista, lingüista, semióloga, escritora, docente. En 45 años de investigación y vida profesional, Julia Kristeva atravesó en primera línea los sobresaltos de la historia contemporánea hasta transformarse en una dama respetada y elegante, con más de 40 libros publicados y una decena de títulos universitarios.
"Soy
una ciudadana europea, de origen búlgaro, de nacionalidad francesa, que
se considera una intelectual cosmopolita", suele afirmar. Quizá, junto
con ecléctica y nómada, esa sea la mejor definición.
Porque
antes que nada, Julia Kristeva es aquella que dejó su tierra natal. Ese
sentimiento permanente de exilio es el motor de una incesante
indagación. Toda su vida -afirma- ha oscilado entre la búsqueda de sus
orígenes y el orgullo de haber escogido el destino de los migrantes.
Aunque todo tiene su precio.
"El exilio es el asesinato de la lengua materna", escribió.
Pero
fue el psicoanálisis el instrumento que le permitió comprender que el
regreso a los orígenes es una peligrosa quimera: "Finalmente, el viaje
hacia los orígenes es más importante que los orígenes mismos", afirma.
De
adolescente, Julia soñaba con ser física nuclear. Pero sus padres eran
cristianos ortodoxos, practicantes, francófilos y anticomunistas, razón
suficiente para que las autoridades búlgaras le prohibieran estudiar lo
que deseaba. Así llegó a la literatura y poco después obtuvo una beca
otorgada por el general Charles de Gaulle cuyo objetivo era establecer
una Europa del Atlántico a los Urales.
Su
tesis trataría finalmente de los orígenes de la novela francesa, más
precisamente de Antoine de la Sale. En él, Kristeva halló la perfecta
ilustración de lo que afirmaba el posformalismo ruso, que había
estudiado en Bulgaria: "La novela es un género dialógico, como lo
escribió Mijail Bajtine. En otras palabras, establece un diálogo con los
géneros anteriores, como los escritos de los trovadores o la cultura
del carnaval", explica.
Esa
experiencia -y más tarde la escritura literaria- le permitieron aplicar
el método a su caso personal. En 1990 publicó Los Samurais. Un guiño a
Los Mandarines, de Simone de Beauvoir.
En
ese manifiesto de toda una generación, Julia Kristeva habla de aquellos
que, a través de Tel Quel, el estructuralismo y el psicoanálisis,
abrieron nuevos caminos de reflexión.
Su
interés por todo lo que concierne a la mujer se manifiesta poco después
en un tríptico erudito, Le génie féminin (El genio femenino), en el que
analiza la intimidad femenina a través de tres mujeres que marcaron el
siglo XX: Hannah Arendt, Colette y Melanie Klein.
Kristeva
se define como una mujer que defiende los derechos de la mujer...
"Como
Simone de Beauvoir, pienso que la libertad se conjuga en singular, y
tengo la sensación de que la mayoría de los movimientos feministas
tienden a agrupar a todas las mujeres sin distinción, en vez de apostar
por la singularidad de cada una de ellas", explica.
Amor,
estructuralismo, maternidad, escritura. Ningún tema escapa a su
curiosidad insaciable. En Buenos Aires, uno de los temas de sus
conferencias: cómo tratar las profundas dificultades de los
adolescentes contemporáneos.
-¿Cuándo comenzó su interés por la adolescencia?
-A
través de la literatura. Porque en los momentos cruciales de la
historia europea el adolescente se transformó en la figura del rebelde,
del innovador. En la Edad Media el adolescente es un caballero o un
amante; no es un niño, pero tampoco un adulto; está en un momento de
transición, sus estructuras están abiertas. Se trata de una estructura
de curiosidad, de incertidumbre, siempre insatisfecho y que cambia de
normas todo el tiempo. Después lo descubrí a nivel clínico, en donde con
frecuencia suele ser alguien que se opone al marco familiar, que
todavía no está insertado en la sociedad.
-Usted define esa situación del adolescente moderno como una enfermedad de idealidad.
-El
joven moderno necesita ideales y, en una sociedad en crisis, no sólo
europea, sino mundial, nadie se los propone. Porque los ideales han
desaparecido. No es como en nuestra generación, cuando teníamos la
suerte o la desgracia de creer en el Che Guevara o en un futuro mejor.
Los jóvenes actuales no tienen ese simulacro de religión que eran las
ideologías. Ante esa ausencia, se encuentran tironeados entre carnadas
tóxicas como la droga o el vandalismo, enfermedades psicosomáticas o la
tentación religiosa, que provoca el espejismos de una solución.
-¿Y cuál es la solución?
-Creo
para comenzar, que la educación institucional, la escuela, no pueden
responder a esta cuestión fundamental. Por el contrario, el
psicoanálisis tiene la posibilidad no de proponer ideales, sino de
enfrentar la crisis y suscitar, en lugar de la crisis, lo que llamo una
curiosidad psíquica. Es decir, creo en vos, confiarás en mí y vamos a
tratar de analizar tus sufrimientos y de no hallar soluciones falsas,
sino que la única solución posible es la interrogación.
-Suscitar una interrogación permanente en el adolescente...
-Así
es. Estoy aterrada por el hecho de que los jóvenes, cuando no optan por
las drogas o la religión, se vuelven automáticamente hacia el mundo de
la imagen, las estrellas o los traders, para ganar muchísimo dinero. La
atracción por el conocimiento disminuye de año en año. Es verdad que
nuestras sociedades cada vez dan menos valor al saber.
-¿Y el psicoanálisis podría revertir esa situación?
-La
experiencia psicoanalítica puede ocupar el sitio que está vacío en
nuestra civilización contemporánea, en relación al pasado: el rito de
iniciación. ¿Por qué otras sociedades han podido abordar la crisis de la
adolescencia? Porque había ritos de iniciación. No se trata de
restaurarlos. Pero el psicoanálisis podría ser una solución porque se
dirige al sufrimiento. Buscándolo, reconociéndolo, es posible hallar un
sentido a la vida.
-¿Pero no cree que es una solución elitista?
-Es
verdad que esa práctica estará limitada a un cierto grupo. No obstante,
se puede utilizar en terapias de apoyo y adaptarla a los programas
educativos. Necesitamos transformar la enseñanza, introduciendo, por
ejemplo, el acompañamiento personalizado del estudiante, el tutorado.
Esto quiere decir, no sólo llenarle la cabeza con conocimientos, sino
guiarlo hacia su maduración psíquica. Todo ese acompañamiento
psicocientífico de la persona desde el jardín de infantes a la
universidad, pasa por cierto conocimiento de la vida psíquica, que
supone que el educador tenga un cierto conocimiento en ese terreno.
Por
su parte, Julia Kristeva comenzó su propio psicoanálisis justamente
después de la muerte de una ilusión, de un hecho histórico que marcaría a
fuego a toda una generación.
"Después
del Mayo del 68 fui a China con los miembros de Tel Quel y en ese viaje
perdí las ilusiones sobre la última de las religiones: la política",
confiesa.
Desde
entonces, Kristeva abandonó definitivamente los ideales políticos, pero
su combatividad sigue intacta: el derecho de las mujeres, de los
minusválidos, de los oprimidos, son sus combates cotidianos.
En
este momento -entre tantas otras- defiende la causa de Rafah Nached,
una psicoanalista siria detenida en Damasco por el régimen de Bachar
el-Assad.
"Para
ayudar a gente como ella, que fue encarcelada sólo porque es la primera
mujer que practica el psicoanálisis en su país, creé el premio Simone
de Beauvoir para la Libertad de las Mujeres", afirma.
En
el fondo, todas esa indignaciones la conducen siempre a la necesidad de
curar. Llegada de lejos, Julia Kristeva, la extranjera, comprendió hace
mucho que renacer nunca es imposible.
PARIS.-
Entre sus numerosos títulos y distinciones internacionales, Julia
Kristeva se desempeña como docente-investigadora emérita en la
Universidad Paris Diderot. Su viaje a la Argentina estuvo inscrito en el
acuerdo académico entre esa institución y la Universidad Nacional de San
Martín.
El
primer día: reunión con
académicos y estudiosos de su obra. El sábado "La
adolescencia - Una enfermedad de idealidad (la crisis de los
adolescentes en las sociedades modernas, las mismas en crisis de valores
y de ideales)."
Tambiénel
anuncio de la creación de una cátedra en Paris Diderot destinada a
acoger científicas y científicos argentinos que investiguen en las
diferentes áreas de conocimiento. Con ella viajará el presidente de
Paris Diderot y la responsable de misión para América latina, la
historiadora argentina Pilar González Bernaldo. "Esa cátedra llevará el
nombre de Alicia Moreau porque la Universidad Paris Diderot está
implicada en el combate por la igualdad de género y Moreau encarna
perfectamente estos valores. La institución estableció un polo de
igualdad que es único en Francia, y por iniciativa de Julia Kristeva, se
creó el premio Simone de Beauvoir por la libertad de las mujeres",
explicó Pilar González Bernaldo a LNR.
En
los últimos años, la Universidad Paris Diderot Paris 7, primera
institución educativa interdisciplinaria de Francia, ha intensificado
sus acciones de cooperación internacional.
En
la Argentina está implicada en un máster conjunto (PREFALC) en Biología
con la Universidad de La Pampa, un máster conjunto en Historia con la
Universidad Nacional de Tres de Febrero, un Laboratorio Internacional
Asociado (LIA) INFINIS con el Conicet y la UBA y varios proyectos
financiados a través de acuerdos Conicet-CNRS y el comité ECOS.
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