San Jorge, modelo de caballero. El rey Arturo nació de Uther Pendragón, que llevaba la marca de las serpientes y/o dragones en los brazos de su servicio a la diosa y a su ser entronizado en la isla del dragón. Arturo también realizó la ceremonia de entronización en la isla con su matrimonio sagrado, pero en su reinado se planteó el tránsito al cristianismo solar. La ambivalencia de su relación con la diosa y las damas del lago, el papel evangelizador de la aparentemente recatada Ginebra, que vive con "pudor" su pluralidad amorosa...
Como modelo heredado y propuesto por Merlin, Arturo estableció la orden de los caballeros de la mesa redonda. Las virtudes de honor, valor, y caballerosidad que simboliza San Jorge fueron las bases para su código arturiano.
Introduzco un fragmento escrito por Josep Lapidario en JOt DOwn, 
Mujeres que bailan con serpientes
“El error estuvo en prohibir la manzana. Si hubiesen prohibido la serpiente, Eva se hubiera comido la serpiente”. Anónimo
Simplificándolo
 mucho, un dragón viene a ser una serpiente enorme y terrorífica, y por 
tanto hereda gran parte del simbolismo que se asocia tradicionalmente a 
estos animales. Las serpientes mudan su piel (“mueren y renacen”): la 
serpiente/dragón Uróboros
 que se muerde la cola es el símbolo del ciclo perpetuo de la muerte y 
el renacimiento, el eterno retorno nitzscheano, la destrucción 
inevitable que precede a toda creación. A veces el Uróboros se 
representa como dos serpientes entrelazadas formando variaciones del 
signo del infinito, como en el medallón Áuryn de La Historia Interminable (por cierto, un libro con mucho más jugo del que pueden hacer pensar sus pésimas adaptaciones cinematográficas). La serpiente nórdica Jörmungandr rodea
 Midgard, nuestro mundo, mordiéndose la cola, y cuando se libere el día 
del Ragnarok morirá en combate singular contra el dios del trueno Thor,
 dejándolo a su vez mortalmente herido. Las serpientes/dragones 
simbolizan pues el Caos que acecha en los límites de la realidad, y 
forman parte de los ciclos de muerte y renacimiento. 
La
 Luna, símbolo femenino por excelencia, también muere y renace 
cíclicamente de luna llena a luna nueva marcando a su paso los ciclos 
menstruales y el ritmo de las cosechas: no es extraño entonces que 
serpientes y mujeres hayan sido tradicionalmente asociados. En algunas 
representaciones de la carta del Tarot El Mundo, una serpiente que 
simboliza el mundo material baila con una hermosa joven
 que representa la imaginación: la carta representa pues la danza de la 
realidad entre el mundo físico y el del pensamiento. En varias leyendas 
de héroes matadragones los arquetipos de “la princesa” y “el dragón” se 
confunden: a veces la doncella da consejos sobre cómo vencer al dragón, y
 en ocasiones es el propio reptil quien acaba convirtiéndose en mujer o 
viceversa. Equidna, hija de Tártaro y Gea en la mitología griega, era 
una criatura con torso de mujer y cuerpo de serpiente, como algunas lamias. Y se ligó a Hércules, por cierto.
 
En
 la visión no precisamente feminista del Génesis bíblico, una serpiente 
parlante convence a Eva para que coma el fruto prohibido del árbol de la
 Ciencia del Bien y del Mal: hay quien dice que una manzana (¿influencia
 de las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides?),
 otros apuntan a un higo (símbolo sexual por excelencia). A Dios no le 
sienta bien que sus criaturas desobedezcan sus órdenes, así que un 
arcángel de espada flamígera expulsa a Adán y Eva al este del Edén, 
condenándolos no sólo a morir por primera vez (mira tú por dónde, la 
serpiente como detonante de un ciclo de muerte/renovación) sino también a
 ganarse el pan y la nómina con el sudor de la frente, y a parir con 
dolor o engorrosas epidurales. En cualquier caso, en esta historia 
serpentina la mujer queda especialmente marcada por haberse dejado 
tentar por el reptil (a la que la tradición judía identificará con el 
Maligno), argumento que fue utilizado por ejemplo por San Pablo
 en la I epístola a Timoteo para prohibir la prédica femenina: “la mujer
 debe escuchar la instrucción en silencio, con toda docilidad; y no 
permito que la mujer enseñe en público ni corrija al hombre. Quiero que 
permanezca callada, porque Dios hizo primero a Adán y después a Eva; y 
Adán no fue el engañado, sino la mujer; y al ser engañada, cayó en 
pecado”. Caray con Pablo. 
La
 relación entre mujeres y serpientes (y, por ende, dragones) está 
grabada en el inconsciente colectivo: así a vuelapluma me vienen a la 
cabeza el mítico baile serpentino de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer, la famosa fotografía de Richard Avedon en que la bella Nastassja Kinski posa con una pitón enroscada en torno a su cuerpo desnudo, Rachel Weisz en esta foto para Esquire o este retrato de Lisa Lyon tomado por Robert Mapplethorpe. O, por traer simbología menos contemporánea, este precioso cuadro pintado por John Collier
 de la “diabólica” Lilith, antecesora de Eva a la que Adán rechazó 
porque quería ponerse encima de él durante el coito (Khal Drogo se lo 
tomó mejor cuando Daenerys en Juego de Tronos, madre de dragones, le hizo una jugada 
parecida), y que al ser expulsada del Paraíso se apareó con demonios y 
bestias… Serpientes sinuosas y mujeres con curvas, como en muchas 
versiones de la danza del vientre. Y no me hagáis enumerar las abundantes relaciones entre los tentáculos en general, la femineidad y la sexualidad, que ya escribí exhaustivamente sobre ello en Jot Down.

 
Combatiendo a la madre de dragones
“Quien
 lucha contra dragones demasiado tiempo se convierte en un dragón; y si 
miras demasiado al abismo, el abismo te devolverá la mirada.” Friedrich Nietzsche
Y
 ahora volved a examinar la leyenda de San Jorge teniendo en mente este 
doble simbolismo: por un lado el dragón (o dragona) encarnando la 
femineidad poderosa, caótica y sexual, a la que se ofrecen sacrificios 
como a una diosa pagana; por el otro, la princesita que simboliza la 
femineidad recatada, virgen, indefensa y necesitada de socorro. San 
Jorge penetra a la bestia con su enhiesta lanza y la hiere 
convirtiéndola en un ser sumiso y dócil, una fierecilla domada a la que 
se le pueden poner riendas que quedan en manos de la dulce princesa que,
 para más inri, lleva un vestido de novia. Al ver a la serpiente/diosa 
lunar indefensa, los ciudadanos la aniquilan y pasan a adorar al 
“civilizador” San Jorge, que desaparece en el horizonte cumplida ya su 
misión evangelizadora. Los matadragones o mataserpientes son soldados de
 una antigua guerra religiosa: la imagen de San Patricio expulsando con su bastón a todas las serpientes de Irlanda es una metáfora de la erradicación de la fe pagana y el triunfo del cristianismo solar. 
En
 realidad el arquetipo del dios/héroe masculino y solar destruyendo al 
caótico y monstruoso principio femenino lunar ya viene de lejos, de 
muchísimo antes del siglo XIII. El poema babilónico Enuma Elish narra el combate del campeón Marduk
 contra la diosa mesopotámica Tiamat, madre de dragones y señora de los 
océanos primordiales (y sí, de ahí sacaron el nombre los copiones de Dungeons&Dragons y Dragonlance).
 Con el cadáver de la diosa, Marduk creó el mundo: con la mitad superior
 hizo el cielo; con la inferior (¡los genitales!) la tierra en que 
vivimos… Símbolo de cómo el sacerdocio masculino usurpa el poder 
generador de vida asignado en antiguas culturas paganas a las diosas 
femeninas. 
En
 el Japón mitológico, el dios de las tormentas Susano-ou-no-Mikoto 
(conocido entre otras cosas por dedicarse a combatir a su hermana 
Amaterasu) mató a la serpiente de ocho cabezas Yamata-no-Orochi, no sin 
antes emborracharla a conciencia para que no pudiera defenderse, un poco
 a lo Mitrofán. 
En el antiguo Egipto era Ra, el dios Sol, quien bajaba 
cada noche a los abismos infernales a derrotar a la gigantesca serpiente
 Apep (o Apofis). En Canaan, el dios Baal derrota a una serpiente marina
 llamada Yam, que más adelante se identificará con el Leviatán al que destruirá Yahvé. El dios griego Apolo derrota en la cueva de Delfos a la enorme Pitón,
 serpiente/dragón hija de la diosa madre Gea, y obtiene a cambio el don 
de la profecía. El héroe Perseo hizo doblete matareptiles: poco después 
de cortarle la cabeza a Medusa salvó a la princesa Andrómeda de morir devorada por la bestia marina Cetus. Zeus derrota al reptiliano Tifón y su hijo Hércules a la hidra de Lerma (hija de Tifón). Jasón derrota al dragón de la Cólquida, Cadmo a la serpiente de Ares… Sólo a veces un cierto sincretismo permite que las serpientes sean adoptadas en lugar de exterminadas, como en el caduceo de Hermes/Thoth con que Alan Moore armó a su heroína Promethea.  
Estos
 sincretismos son poco habituales: es una pena ver cómo se han dedicado 
tantos esfuerzos a la destrucción de los dragones (a estas alturas 
habréis adivinado que les tengo un cierto cariño), teniendo en cuenta lo
 hermoso que resulta ver a mujeres montándolos en
 lugar de esperando pasivamente a ser rescatadas. Pero voy a irme 
despidiendo ya, no sin dejaros con una última reflexión… Ahora que se va
 acercando el Fin del Mundo y pronto tendremos a Jörmungandr surcando los cielos en busca de Thor y matando por error a Chris Hemsworth,
 es un buen momento para pensar en la Meretriz de Babilonia. Según el 
libro del Apocalipsis será una mujer, “madre de prostitutas y de las 
abominaciones de la tierra”, que aparecerá sosteniendo una copa de oro y
 montando una bestia de siete cabezas y diez cuernos. La Biblia no entra
 en demasiados detalles sobre la naturaleza de esa bestia, así que hay 
quien la interpreta como una especie de guepardo o un extraño cruce entre león y tapir. Pero lo más frecuente es imaginar a la Gran Meretriz a lomos de un dragón de un tipo u otro, como un sirrush en este grabado ruso del siglo XIX o una especie de guiverna en la pintura de Mathias Gerung. En cualquier caso, si cuando aparezca Su Babilónica Majestad resulta ser tan sexy como Daenerys, Madre de Dragones, al primer San Jorge aguafiestas que se acerque lanza en ristre juro que le fulmino yo mismo.  

 
Mi voz de nuevo: Hace poco en un relato en Ursula K. Le Guin en Cuatro caminos para el perdón el personaje dice "no quería mostrar la vulnerabilidad sexual de la mujer diplomática", ya que entonces su eficiencia y su validez profesional podían verse en entredicho... 
Serpiente, dragones, poder...
 
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