Por un 8 de Marzo con deseos, y con deseos claros


Aunque resueno con la canción de Rosa Zaragozá, y cómo yo La Loba por antonomasia, no voy a celebrar que se cante una canción de mujeres y lobas, pero al mismo tiempo añoro que todo lo otro sea en un entorno mixto y solo haya en Olba un instante de Mujeres, aunque seamos muchas, diferentes y cada vez mejor avenidas. Pero también me vendría muy bien un 8 de Marzo sólo con mujeres, y lobas y gatas y demás jaurías, - me vino/me vendrá-, y no nombrando todo el rato a los nuevos hombres. Que duda existe, que algunos están ahí inventándose, ahora bien muchos están destrozándose desde una lucidez sin anclaje amoroso, sin anclaje de naturaleza, sin sentirse parte del todo, de un todo vivo.

Texto muy bien expresado sobre el deseo, o la ausencio de él/ello/ella.. de Faktoria Lila.. ¿Deseo, o qué coño deseo? Dice Lagarde que, si no sabes lo que deseas, te conviertes en territorio de deseos ajenos. Y todas "suspiramos" sorprendidas por lo identificadas que nos sentimos con eso. Y luego nos damos la vuelta y vamos a poner una lavadora, al pediatra, a una reunión o a buscar un poco de lujuria, a ver si nos la hemos dejado en la cama.
Porque el deseo no es para nosotras, no todos los días. Es para ese día en el que tengamos tiempo del nuestro, y nos peguemos un baño largo, pongamos música suave, miremos por la ventana y nos preguntemos para dentro…¿qué deseo? Pero ese rato no llega. Y si llega, nos pilla durmiendo, o corriendo hacia el metro, o cumpliendo los recados de la lista que debíamos haber obedecido hace tiempo. Y ahí no estamos para deseos. Bueno, sí. Para deseos sí, pero no para deseos nuestros.
El sistema nos convierte en pequeñas máquinas de cumplir deseos ajenos. De niñas cuidamos bebes de goma, nos crece el cuerpo y peleamos con él para que se parezca al que desean y no al nuestro, lo prestamos para que nos enseñen a hacer lo que les gusta, y nos convencen de que nos gustaba a nosotras primero. Y llega un día en que nuestra vida es cumplir deseos ajenos. Los del mercado, los de la familia, los de la empresa, los de la casera, los del banco, los de tu pareja, los de quienquiera que entre en tu terreno y te conquiste un deseo.
Y eso es fácil, porque no sabemos lo que queremos. No sabemos lo que nos gusta, no escuchamos a nuestro deseo. Porque nos han convencido de que es un lujo, para un rato, para cuando puedas y tengas tiempo. Como si hiciera falta tiempo para hacer lo que te pide el cuerpo. Como si hubiera algo más importante, más urgente, que alimentar lo que eres por dentro.
Ya sabes lo que quieres y lo que no, lo que te gusta y lo que haces sólo para complacer al resto. En casa, en el trabajo, en la calle, en el sexo, con tus amigas, con los hombres, con tu familia, con quienes te venden sus deseos como lo cierto. Pues ahí, lo tienes, ¿de verdad quieres hacer algo a sabiendas de que no quieres hacerlo? ¿Seguro que prefieres hacer que no oyes esa voz que sabe lo que quieres por dentro? ¿Te sientes segura siendo el espacio donde disfruta el resto? ¿No sería mejor probar a ver qué tal se vive decidiendo, cómo sienta decir “no, eso no me gusta”, “prefiero esto”? Y ver cómo es plantar, en tu territorio, tus propios deseos.

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