Casas, casas, casas, al infinito... Siguiendo a Hundertwasser.

Mis espacios mágicos siempre son de madera. Y, en este tiempo, con chimenea. Me siento, como en casa, como en un barco vikingo, como en una catedral del bosque... La segunda foto corresponde al estudio para escribir de una mujer. Y las otras, casas minimalistas estupendas...




Almaceno el vivo deseo de todas esas formas, en un mundo como decía Hundertwasser, con pluralidad y varias capas de experiencia. Todas estas posibilidades está ahí, y desde lo diferente, aceptamos la profusión de posibilidades... insertas en la naturaleza, en el cosmos habitado, en el mundo que queremos construir. Desde donde somos.

En 1953 en la casa de un amigo, Hundertwasser  pintó su primera espiral. Este símbolo expresa su particular visión del mundo y su relación con la realidad exterior: “Esta relación se desarrolla por ósmosis, a partir de niveles de conciencia sucesivos y concéntricos respecto al yo interior profundo. El símbolo pictórico ilustra la metáfora biológica”. En el fondo de todo se encuentra el ser, la persona, sus deseos y temores; sobre esta, pero siempre girando entorno a ella misma, se van depositando capas de significaciones que lo relacionan con todo el universo. Estas pieles, muchas veces olvidadas, nos conforman como individuos, partes de una sociedad y miembros de un entorno natural. Estas pieles, cinco en particular, engloban todo el universo artístico del pintor-arquitecto-soñador austriaco Hundertwasser.
1- La epidermis.
2- La ropa.
3- El Hogar.
4- El entorno social y la personalidad.
5- El entorno mundial: ecología y humanidad.

En la capa del Hogar,  escribe sobre el derecho a la ventana (fragmentos de diversos discursos): Algunas personas dicen que las casas consisten en paredes. Yo digo que las casas consisten en ventanas. El que vive en una casa debe tener derecho a asomarse a su ventana y a diseñar como le apetezca todo el trozo de muro exterior que pueda alcanzar con el brazo. Así será evidente para todo el mundo desde la lejanía, que allí vive una persona. Cualquier clase de diseño personal es mejor que la estéril muerte. Nuestras casas están enfermas desde que existen planificadores urbanos dogmáticos y arquitectos de ideas fijas. Todas estas casas, que tenemos que soportar por miles, son insensibles, carecen de emoción, son dictatoriales, crueles, agresivas, lisas, estériles, austeras, frías y prosaicas, anónimas y vacías hasta el aburrimiento. Nuestras ciudades son la realización de los caprichos dementes de arquitectos criminales que nunca hicieron el juramento hipocrático de la arquitectura: me niego a construir casas que puedan dañar a la naturaleza y a las personas. Un buen edificio debe lograr unir dos cosas: La armonía con la naturaleza y la armonía con la creación humana individual. Somos simples huéspedes de la naturaleza y deberíamos comportarnos consecuentemente. La naturaleza debe crecer libremente donde cae la lluvia y la nieve; lo que está blanco en invierno, debe ser verde en verano. Todo lo que se extiende en horizontal bajo el cielo, pertenece a la naturaleza. En las carreteras y los tejados deben plantearse árboles. La relación entre el hombre y el árbol tiene que adquirir proporciones religiosas. Así, la gente entenderá por fin la frase: la línea recta es atea.

A lo largo de su vida Hundertwasser diseñó, construyó y reparó edificios en diferentes países con su idea y discurso en mente. Emparentadas con la arquitectura de Gaudí y otros arquitectos, surgieron casas de departamentos, museos, iglesias ecuménicas, centrales térmicas, balnearios, jardines de infantes y restaurantes, siguiendo la línea, como aquella primigenia espiral, que rompe la línea recta y les da tanto al individuo como a la naturaleza, un hogar para amar. 

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