Oda a la varita

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La maga y el báculo. 
Durmieron juntas, reflejaron sus colores
y la amatista le perdonó.  La varita ya le pertenecía.
No supo aguantar el desafuero, a ratos le habitaba la mujer viviendo sola en un islote con su hijo, a ratos la mujer libre y perfectamente lúcida henchida de amor...Virginia Woolf, un cuarto propio, Anaïs Nin y June. No sé si nos vimos, más el infinito nos habitó.

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