El cuerpo de la Diosa está vivo

El cuerpo de la diosa está vivo. Los pueblos antiguos entendían esto perfectamente. Para muchas tribus  era la Gran Madre Tierra y ell@s sus hij@s, hech@s de la misma materia original y sujet@s a las mismas leyes naturales y a los mismos ciclos rítmicos. 
Dado que la situación dependía directamente del conocimiento de la situación de la tierra, y además no había dudas sobre la pertenencia a la tierra orgánicamente, nuestr@s antepasad@s estaban en armonía con el medio ambiente.  
Conocían los detalles íntimos del cuerpo de la madre nutricia- la energía de los vórtices, parecida a la de los chakras, las características geodésicas y magnéticas del paisaje, las pozas y los estanques de agua subterránea- y se comunicaban con la Diosa en todas las situaciones.
De este modo, los lugares del campo que eran particularmente apropiados solían convertirse en puntos estratégicos para la adoración, los rituales, las ceremonias y las peregrinaciones. Se marcaban como montículos de tierra, terraplenes, zanjas, cámaras subterráneas, dólmenes, círculos de piedra, cruces graníticas y caminos. Con el paso de los milenios muchos de estos lugares acabaron asociándose a distintas escuelas del misterio  y tradiciones religiosas.

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