Olba, Olduva, y el río Idubeda
El gentilicio es Olbense y sobre el origen del topónimo, existen
distintas teorías entre sí, se ha documentado como: Olva, Holba, Olava.
Para algún investigador se gesta en el antiguo topónimo Olbia, y otros consideran que contiene el sufijo prerromano -oba, -uba, sin esclarecer su significado. También se sugiere la teoría de que es un nombre de origen árabe, derivado de la tribu de los awraba. Hay
estudios que lo interpretan como un hidrónimo, relacionado con el
antiguo nombre del río Huerva. Otra hipótesis sugiere que se trata de un
topónimo prerromano derivado de molaba = molino del río.
Aunque existe en el término algún
yacimiento del Neolítico o Paleolítico (muy cerca del Molino de la Hoz)
la primera referencia histórica se refiere a los Celtíberos que crearon
un primer asentamiento: Olduva. Existe cierta confusión al respecto ya
que varias poblaciones de esa época tenían el mismo nombre (incluida la
actual Huelva denominada Onuba u Olduva). En cualquier caso apenas
quedan restos de lo que debió ser una ciudad sobre el paraje denominado
“Caraputo” muy cerca de la actual Olba.
Durante la dominación árabe en la
que el río Idubeda de los romanos cambió el nombre por el actual de
Mijares, tuvo Olba una época de esplendor, de ese tiempo proceden los
regadíos y el molino harinero. También construyeron los árabes un
castillo que dominaba la población pero que fue posteriormente arrasado
(hoy en día solo queda parte de los subterráneos parcialmente hundidos
en los que se mezcla historia y leyenda ya que según la tradición existe
un pasadizo subterráneo de varios kilómetros y que recibe el nombre de
“cueva de los moros”).
Tras la reconquista el pueblo
quedó casi desierto y perteneció unos años a la comunidad de Teruel
hasta su venta a un señor feudal: D. Rodrigo Díaz (sin relación conocida
con el Cid) quien mediante Carta Poblacional en 1.329 otorgaba las
tierras a los nuevos pobladores reservándose para sí el castillo, la
viña, el molino y los derechos de caza y pesca.
Varios
cambios de señor se sucedieron pasando Olba a formar parte del señorío
de Mora (aunque, probablemente la mayoría de estos propietarios no se
acercaron nunca por el pueblo que dejaban en manos de procuradores) y no
despuntó mucho el municipio durante los siglos siguientes. Así el
“fogaje” (censo) de 1495 recoge en Olba 9 “fuegos” (casas habitadas) y
no nombra todavía ninguno de sus actuales barrios.
Han
de pasar varios siglos hasta encontrar ya, a finales del sigo XVIII, un
pueblo con varios cientos de habitantes dedicados a la huerta a lo largo
de las orillas del río en el que D. Fº Tadeo Calomarde, ministro de
Gracia (equivalente a primer ministro) de Fernando VII decidiera
refugiarse aquí. Fue Calomarde un personaje muy controvertido que, tuvo
épocas de gran influencia alternando con otras en que le tocó huir para
salvar la vida. En uno de estos destierros de la corte encontró
Calomarde este pueblo y decidió vincularse a él. Durante su corta
estancia volvió a poner en marcha el molino árabe (para entonces en
estado ruinoso), construyó una fabrica de papel e impulso varios
proyectos. A su muerte (en Francia donde tuvo que huir) dejó su herencia
a la Iglesia de Olba con la que se construyeron entre otras las
escuelas, un hospital de peregrinos y el azud de la acequia del molino
pidiendo que sus restos fuesen trasladados a Olba donde actualmente
reposan (en un panteón dentro de la Iglesia parroquial).
Durante
el siglo XIX la población de Olba sube vertiginosamente llegando a algo
más de 2000 habitantes al terminar este. Dicho crecimiento de población
motivo la fundación de la mayoría de los barrios que, presumiblemente
empezarían como masías de una sola familia (de ahí sus nombres: Los
Pertegaces, los Ramones, los Ibañez, los Tarragones, los Giles, los
Asensios, los Lucas, los Villanuevas, los Moyas…).
Al
comienzo del s.XX una gran riada (la mayor que se recuerda) destruyó la
antigua fábrica de papel de Calomarde pero un nuevo tipo de industria
fijaba sus ojos en el río: la hidroeléctrica. Hasta tres saltos de agua
consecutivos en menos de seis kilómetros de río dieron trabajo (a
finales de la década de los 50) a más de un centenar de personas en Olba
que además contaba con alumbrado público de forma gratuita en sus
barrios. Hoy en día estas centrales funcionan de forma automática no
creando ningún empleo. Un hito histórico de esa época fue la
canalización necesaria para la última de estas centrales: la
construcción de un gran túnel que conducía el agua a través de la
montaña sin ningún tipo de ventilación ni medidas de seguridad terminó
con la muerte por silicosis de buena parte de los que trabajaron en
ella: casi una generación entera de Olba pagó con su vida el que hoy
tengamos luz eléctrica en muchos hogares.
El
aumento de población del pasado siglo trajo consigo que surgieran en un
pueblo tradicionalmente dedicado a la huerta, otras muchas profesiones,
entre las que destacaron los telares. Muchos hogares conservan todavía
los restos de lo que fueron los antiguos telares que dieron vida a este
pueblo hasta la revolución industrial. Incluso después del auge de la
industria (que motivó las primeras olas de emigraciones en los años
veinte hacia Cataluña) hubo un nuevo intento de poner en marcha una
fábrica de lanas en el barrio de la Tosca. Esta fábrica dio trabajo a
muchas mujeres y hombres de la localidad hasta bien entrados los años
cuarenta en que fue cerrada y desmantelada. En la actualidad solo queda
lo que fue la vivienda del encargado, junto a un muro de lo que debió
ser un enorme local.
La
guerra civil dejó en este pueblo mucha destrucción (como en todos)
acabando con algunas obras y figuras de la iglesia (incluido parte del
panteón de Calomarde) y con la mitad de otro de los orgullos de los
habitantes: el puente. Construido durante el reinado de Carlos IV
(concretamente en 1.803) este magnífico puente de piedra presumía de ser
el único que había resistido las impresionantes crecidas del Mijares
durante muchos años. En su retirada para cubrirse la espaldas el
ejército republicano lo dinamitó. Por fortuna parte de la carga falló y
actualmente queda gran parte en pie (el resto fue reconstruido en los
años 40 pero es evidente la diferencia de materiales y estilo
arquitectónico).
Otro
personaje que dejó su huella en nuestro pueblo fue el botánico Pau que
ejerció durante unos años de farmacéutico titular dedicándose a estudiar
la vegetación de Olba con gran interés
.
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