Aullido y lectura de Comunicación Animal de Laila del Monte
Los animales entraron por primera vez en la imaginación como
mensajeros y promesas. Y la elección de una determinada especie como mágica
vino determinada por los hábitos y la “invitación” del animal en cuestión.
En su “Ensayo sobre el origen de las lenguas, Rousseau
mantenía que el lenguaje empezó con la metáfora. “Dado que la emoción fue el
primer motivo que indujo al hombre a hablar, las primeras palabras que éste
pronunciaría hubieron de ser tropos (metáforas). Primero nació el lenguaje
figurativo, los significados propiamente dichos fueron los que más tardarían en
encontrarse.”
Pueden verse animales en ocho de los doce signos del
zodíaco. Entre los griegos, el signo de cada una de las doce horas que
componían el día era un animal. (El primero un gato, el último un cocodrilo).
Los hindúes se imaginaban el mundo transportado a lomos de un elefante, que a
su vez viajaba sobre una tortuga.
Sentimos que hay una especie de
espíritu que ama
a los pájaros, a los animales y
a las hormigas...
Quizás el mismo que te dió un
brillo
en el útero de tu madre.
¿Sería lógico que anduvieras
ahora totalmente
huérfano?
La verdad es que tú mismo te
alejaste,
y decidiste penetrar sol@ en la
oscuridad.
Acabo de estar leyendo Comunicación Animal de Laila del
Monte. Desde pequeña mostró una sensibilidad por los animales y la
Naturaleza. Ella dice, cuando era pequeña quería ser como el rey Salomón: hablar
con las plantas, los animales e incluso las piedras. Es especial leer su libro.
Sobre todo estos días en los que aún noto la ausencia de Cael, digiero aún el
amor de Xauli nuestra perra en los años comunes con Monika, y la cadena de mis
gatas y gato a lo largo de mi vida. Anoche estuve mirando los animales que están
en la Amigo mío, para dar en adopción en
Teruel, y ahí ando, sintiendo.
Laila dice, e incluiré una foto de ella con un zorro, creo
que todos dejamos detrás nuestro un rastro intangible, de la misma manera que
los caracoles dejan un rastro brillante sobre las hojas. Ese rastro existe,
vibra. Es tal vez la huella que queda de nuestra vida. Cuando tocamos ese
rastro con uno de nuestros sentidos, con nuestra intuición, es como una varita
mágica. Recibimos informaciones en forma de pensamientos, imágenes, sensaciones
o sonidos. Las informaciones nos ayudan a comprender el otro. Me parece que
todos estos rastros son como estrellas. Brillan, vibran y son conscientes las
unas de las otras. ¿Somos todos como guisantes en una gran sopa! Los físicos lo
laman “campo cuántico”. En ese espacio, la noción de separación ya no existe.
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