El solsticio de verano- Litha

Lentamente, con colores preparando el manto de hada. Lentamente reuniendo las energías de mi madre y de mi abuela y lo que era y lo que es estar juntas mientras cosen... Lentamente agradeciendo esas generaciones de mujeres bien acompañadas por algunos hombres singulares, respetuosos de "lo femenino", que escriben, cocinan, escuchan, expresan...
Lentamente, recuperándome en el silencio, sin mover el coche, diciendo lo que tiene que ser dicho, callando mucho y tocando tejidos y papeles de colores...He hablado con Ana y con Paz, he hecho camino interno, ayer chateé con Monika allende continentes y franjas horarias y voy alcanzando más paz. Y recuperando fuerzas.
La danza de Litha, ese solsticio de verano que se acerca a marchas forzadas... Y la semana que viene como puerta, como prueba, como regalo...


El 21 de junio celebramos en el hemisferio norte, el día más largo del año. La naturaleza, nosotr@s y las estrellas nos disponemos a celebrar una fiesta, cargada de poder y magia. Hadas y deidades de la naturaleza andan suelt@s por los campos; las personas agricultoras dan gracias por el verano, las cosechas, las frutas y por disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la diversión. También es el momento justo para pedir por la fecundidad; además se debe comenzar a almacenar alimentos para pasar el otoño y el invierno.
La celebración del solsticio de verano, es tan antigua como la misma humanidad. En un principio se creía que el sol no volvería a su esplendor total, pues después de esta fecha, los días era cada vez más cortos. Por esta razón, fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban en la víspera del pleno verano, o 20 de junio, para simbolizar el poder del sol y ayudarle a renovar su energía.
En tiempos posteriores se encendían fogatas en las cimas de la montañas, a lo largo de los riachuelos, en la mitad de las calles y al frente de las casas. Se organizaban procesiones con antorchas y se echaban a rodar ruedas ardiendo colinas abajo y a través de los campos.
A menudo se bailaba y saltaba alrededor del fuego para purificarse y protegerse de influencias extrañas y asegurar el renacimiento del sol.
Se puede decir que todo empezó hace cerca de 5 mil años, cuando nuestr@s antepasad@s, tan amig@s de  observar  las estrellas, se dieron cuenta que en determinada época del año el Sol se mueve  desde una posición perpendicular sobre el Trópico de Capricornio, hasta una posición perpendicular sobre el trópico de Cáncer. A estos días extremos en la posición del Sol se les llamó solsticios de invierno y verano, los cuales ocurren los días diciembre 21 y junio 21 respectivamente. Estas fechas corresponden al hemisferio norte, pues en el sur es al contrario. El día que veremos al sol ponerse más al sur es el 21 de diciembre y el día que lo veremos ponerse más al norte es el 21 de junio. “Las fechas mencionadas son las típicas, pero puede ser que en un año determinado caiga un día antes o después, debido a las irregularidades del calendario, como los años bisiestos”. Hablando propiamente del solsticio de verano, en esta fecha el eje de la tierra está inclinado 23,5 grados hacia el sol. Esto ocasiona que, en el hemisferio norte, el 21 de junio sea el día más largo del año.
En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas” y, en parte, no les faltaba razón. La “puerta de l@s human@s”, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de “la puerta de l@s dios@s” del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre).  

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