Salvaje, independiente y de una fuerza y belleza superiores. Así aparecía Artemisa, como divinidad de la fertilidad, la caza y la guerra, en la mitología griega. Hija de Zeus y hermana gemela de Apolo , es una de las doce grandes divinidades olímpicas. Homero se refiere a ella como la diosa con flecha o tirador de la flecha. Su arco es de oro. Su hermano Apolo lo tenía de plata.
Homero alude a ella como Artemis Agrotera, y Potnia Theron, “Señora de los Animales”. La diosa minoica representada en sellos y otros restos , a la que los griegos llamaban Potnia Theron, ‘Señora de las Bestias’, muchos de cuyos atributos fueron luego absorbidos también por Artemisa, parece haber sido un tipo de diosa madre, pues en algunas representaciones amamanta a los animales que sostienen. La Ártemis de “Muchos Pechos” fue la patrona de la nutrición, fertilidad y nacimiento. Su imagen en Éfeso tenía todo el torso cubierto de pechos para demostrar que nutría todas las cosas. Algunos investigadores creen que su nombre, y de hecho la propia diosa, era originalmente pre-griega. Los arcadios creían que ella era la hija de Deméter. Los efesios adoraban a Cibeles, e incorporaron gran parte de sus creencias al culto de Artemisa. El dúo Artemisa-Cibeles distaba mucho de su equivalente romano Diana.
Diana la cazadora, es una diosa itálica identificada con la Ártemisa griega. Pero no hay que confundirlas cronológicamente. Su figura y culto debieron ser muy importantes en la Península Ibérica durante la época hispano-romana, tanto que era la primera divinidad femenina del Panteón Hispano- romano. La diosa Diana es, históricamente hablando, el resultado de una serie de cultos que se pierden en el tiempo.
En los cultos mediterráneos, existen una serie de diosas cuyas características están muy próximas a la diosa Diana. Con lo cual se aprecia la proximidad de estas diosas con diferentes divinidades del panteón romano. Todas estas divinidades tienen características que las asocian a la Ártemis griega, de la que es deudora la Diana romana.
A Artemisa en Grecia se la identificaba frecuentemente con la caria Hécate y con Selene, una titánide que era la diosa griega de la Luna (razón por la cual en ocasiones aparece representada con una luna creciente sobre la cabeza) y a través de ellas y de su carácter lunar, con los ritos mágicos y la hechicería. Como virgen, Ártemis personificaba la luna creciente que renacía; Hécate personificaba la oscura luna nueva y Selene, o en ocasiones Deméter, era la luna llena. Solo en el arte pos-clásico se encuentran representaciones de Diana con la corona de la luna creciente, como Luna. En el mundo antiguo, aunque estuvo ocasionalmente relacionada con la luna, nunca fue retratada como ésta. Las estatuas antiguas de la diosa pueden hallarse a veces con lunas crecientes, pero sin embargo éstas son siempre añadidos renacentistas.
Ártemis era la diosa de los terrenos vírgenes, de la fertilidad, la protectora de los nacimientos, ayudando a las mujeres durante el parto y como guardiana de los niños. Patrona de las doncellas y sus nupcias. Ártemisa se mantuvo eternamente virgen y joven, por lo que siempre fue un emblema de las doncellas jóvenes. Nunca conoció la dependencia a hombre. Era la protectora de las amazonas, quienes eran cazadoras y guerreras como ella y estaban libres del yugo masculino igual que ella. Como protectora y cuidadora incluía la salud, era la que aliviaba las enfermedades de las mujeres, pero también se sabe que causaba y propagaba enfermedades, incluyendo la lepra, la rabia y la gota. El ciervo y el ciprés le estaban consagrados. A menudo se la representaba como una cazadora llevando un arco y flechas y también figuraba como una osa.
Artemisa era dual, indomable, que no sólo daba la vida, sino que también la quitaba. Propicia a la cólera y era en extremo vengativa e impulsiva que incluso hacía daño a aquellos a quienes protegía. En su honor, y para apaciguarla, el rey Creso de Lidia mandó erigir el templo de Artemisa en Éfeso, a unos 50 km al sur de la moderna ciudad portuaria de Esmirna, en Turquía, en el valle a los pies de Ayasoluk. En el interior de este santuario se hallaba la estatua de Artemisa, una obra de dos metros de altura en madera de vid revestida con plata y oro.
De grandes dimensiones y hermosa arquitectura, es considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, tal como lo describió Antípatro de Sidón, quien elaboró la famosa lista:
He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca pareció jamás tan grande.
El santuario hacía, además, funciones de banca de toda el Asia Menor, poseía importantes propiedades y era considerado como un lugar de asilo. En Éfeso, a la diosa, se le rendía un culto en cierto modo pre-helenístico, representando más la fertilidad que la virginidad que significaba para los griegos. A Artemisa se la representa con una corona amurallada, símbolo de Cibeles, y, al igual que ella, la Artemisa de Éfeso era servida por esclavas llamadas megabyzae.
Su participación en la Guerra de Troya se manifiesta en el principio ya que retuvo la flota griega hasta que se le sacrificara una doncella. Agamenón no dudó en ofrecer a su hija Ifigenia que fue salvada posteriormente por la diosa. Artemisa tenía consagrado el ciprés y todos los animales salvajes, especialmente la corza.
Su culto fue llevado por los griegos focenses a la Península, donde había santuarios suyos. Al describir la costa del Mediterráneo, cita Estrabón varios templos de origen griego, fundados por los Focenses de Marsella. Entre Cartagena y el río Sucro (Júcar) había uno, muy venerado, de la Diana de Efeso, que dió nombre a la ciudad Dianium o Artemision, y allí mismo se encontraba un hemeroscopio u observatorio diurno, que había servido de atalaya a Sertorio. La misma Artemis era venerada en Ampurias y en Rosas (Rhodope).
Con la llegada del cristianismo la figura de Artemisa fue sustituida con la Virgen María. Pero eso no fue fácil, como se comprueba que en Éfeso, hasta el siglo VI, algunos sacerdotes eran expulsados de la iglesia por tener creencias en Artemisa. En los Hechos de los Apóstoles, cuando los herreros efesios se sintieron amenazados por las prédicas de la nueva fe que hacía Pablo, se alzaron en fervorosa defensa de la diosa, gritando:
¡Grande es Artemisa de los efesios!
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