Un estado de equilibrio con el medio rural
El colectivo Sollavientos escribió sobre la
peculiaridad del valle del río Mijares que es el amplio número de
núcleos urbanos diseminados en torno al municipio principal de Olba: Los
Pertegaces, Los Tarragones, Los Ramones, Los Lucas, Los Moyas, Los
Ibáñez, Los Dines, Los Villanuevas, Los Tarrasones, Los Giles, La Tosca,
Los Asensios, La Artiga, La Civera, La Verdeja, Las Ventas…, así hasta
veinticinco barrios.
En la última década del siglo XX comenzaron a llegar nuev@s pobladores
atraídos por la singularidad del valle, por su clima benigno, y, sin
lugar a dudas, por su buena comunicación con núcleos urbanos
importantes, localizados en el arco mediterráneo que incluye Castellón y
Valencia, y también con Teruel. L@s habitantes recién llegados se
sumaron a la población autóctona –cimiento sin el cual, nada de lo que
hay ahora hubiese sido posible-, se instalaron en algunos de los barrios
citados y contribuyeron notoriamente a su rehabilitación.
Gentes
como Marisa, Javier, Delfi, la maestra, y Nando, junto a otros con raíces en el
valle, como Javier; en su mayoría procedentes de núcleos urbanos,
buscadores de un lugar donde explorar nuevos valores, donde encontrar un
estado de equilibrio con el medio natural sin perder aspectos del mundo
urbano en que crecieron. Productor@s de agricultura biodinámica;
artesanos de mercadillos alternativos; profesionales que realizan su
trabajo por teletrabajo; editores de revistas; gentes con ganas de aunar
el desarrollo del turismo rural con servicios alternativos centrados en
mostrar y enseñar técnicas de espiritualidad, de equilibrio interior y
otras, que ayudan a sanar. También, gente animada por ese ambiente
diferente que se ha creado en el valle para utilizar su casa restaurada
como segunda residencia. En su amplia diversidad les une un intento de
buscar nuevos modelos de desarrollo socioeconómico, alejados del
crecimiento desmesurado y orientados a marcar límites que nos hagan más
respetuosos con la naturaleza y con la necesaria equidad entre todas la
sociedades, fijando nuevos valores en los indicadores de calidad de
vida. La deliciosa publicación Mijares Vivo hace eco de estas propuestas.
Algun@s
han sido relevad@s por otr@s, que se han establecido en el valle y han
continuado con el espíritu emprendido por l@s pioner@s. Otr@s han
consolidado su presencia con actividades que llevan desarrollando desde
hace más de dos décadas, ejerciéndolas con clara voluntad de
permanencia. Entre éstos últimos hemos de citar a Toni Marín y Miracles
Delgado, editores de la importante revista sobre bioconstrucción
EcoHabitar; Jacinto y Ana, gestores del Albergue de Olba, donde, en
torno al turismo rural se enseña a quien lo desea nuevos caminos para
encontrar el placer de vivir; otros, que andan experimentando con
nuevas pautas en torno al trueque o a trabajos temporales que les
permitan seguir habitando en el valle; también amigos como Mara Cabrejas
y David Hammerstein, quien encuentra en el valle la energía necesaria
para reponerse del duro trabajo en Bruselas representando a ONGs. Ahí también las mujeres como han construido la casa-escuela La Loba, y quiénes como Soraya hacen un trabajo sostenido de cambio de paradigma. Quiénes han organizado la asociación La Manduca con su propuesta gastronómica, El Multiservicio que es llevado por Eva... Y muchas otras que andan inventándose como hacer sostenible la vida en el valle de Olba.
La
presencia de l@s nuev@s poblador@s en el municipio no ha sido
testimonial. Hoy constituyen un fuerza social capaz de intervenir en la
política municipal y propiciar modelos de gestión que no serían
posibles sin una ciudadanía sensibilizada por el sentir de lo común, sin
prescindir de los necesarios conocimientos de gestión del territorio de
la gente oriunda del valle.
El
futuro, nuestro futuro, el de Teruel, el de los pueblos despoblados,
quizá solo sea posible desde pequeños proyectos, a escala humana,
cercanos al desarrollo de un trabajo entusiasta, de calidad, que parta
del compromiso con el medio natural, cultural y humano, y genere una
calidad de vida capaz de asentar y atraer población. Para ello
seguramente es necesario generar una nueva cultura alejada de
propuestas externas y grandilocuentes, una renovada mirada a la cultura
tradicional. También, un mayor apoyo administrativo e institucional.
Citando a Graham Greene, en su Factor Humano,
son las relaciones entre las personas, más que los avatares políticos,
económicos o de raza, las que construyen la vida. Y es que cuando la
gente se reúne, las grandes ideas se hacen realidad.
Esta
renovación del tejido social de Olba está desencadenando cambios en esa
dirección. Con ello probablemente se están asentando bases a
considerar en el resto del territorio turolense.
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