¿Qué partes de mí han sido sacrificadas y yacen moribundas?

La mujer que ha perdido la energía vital, la vida creativa y espiritual se muestra apagada y anémica, sin fuerza para sus asuntos profesionales, amistades, relaciones, espiritualidad. A veces la mujer enferma y esa enfermedad en realidad es un aviso que trata de despertarla del sueño de su situación vital; la parte que enferma es la parte que busca sanar, la que pide a gritos ser escuchada. ¿Qué sé en lo profundo de mis ovarios que no quiero saber? ¿Qué partes de mí han sido sacrificadas y yacen moribundas?
Es una tarea solitaria, un viaje en el que hay que descender a las profundidades para conectar con esa fuerza instintiva. A través de la meditación, la danza, la escritura, la pintura, la oración, el canto, la imaginación activa se conecta con la Fuente.  
 
Se llega a través del anhelo, a través de actos profundamente creativos, a través de la soledad como ejercicio consciente para vivir aquello que percibimos y manifestar lo que somos. Al principio de la búsqueda nos podemos encontrar en la soledad del árido desierto psíquico, lo que a algunas mujeres no les gusta, pero ese es el lugar del que hay que partir. El desarrollo de la naturaleza salvaje femenina forma parte esencial del proceso de individuación de las mujeres. Y para ello, una mujer tiene que hundirse en la oscuridad.
La salida se encuentra al escuchar la voz de la intuición, al hacerse preguntas, sentir curiosidad, ver, oír y actuar de acuerdo a lo que una sabe que es verdad. La Mujer Salvaje enseña a las mujeres a no ser amables cuando tienen que proteger sus vidas emocionales, a no actuar con dulzura o bondad cuando tienen que defenderse con uñas y dientes y salir huyendo. El yo instintivo tiene que gozar de libertad para moverse, hablar, jugar, enfadarse y crear. Ser una misma no siempre es aceptado por l@s demás, pero acceder a sus exigencias nos anula y destruye. Clarissa Pinkola Estés. Mujeres que corren con lobos. Fotos y cuadros de Georgia O¨Keeffe.

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