Recostadas. enredadas, mujeres que se acuestan con la mujer salvaje

Poder examinar la miríada de aspectos de su naturaleza para aferrarse a ella. Puesto que al principio de la recuperación de nuestra relación con la Mujer Salvaje, ésta se puede esfumar en un instante, al darle un nombre podemos crear para ella un ámbito de pensamiento y sentimiento en nuestro interior. Entonces vendrá y, si la valoramos, se quedará.
Así pues, en español yo la llamo Río bajo el Río; La Mujer Grande; Luz del Abismo; La Loba o La Huesera. En húngaro se llama Ö, Erdöben, Ella la de los Bosques, y Rozsomák, el Tejón Hembra. En navajo es Na’ashjé’ii Asdzáá, La Mujer Araña que teje el destino de los seres humanos y los animales, las plantas y las rocas. En Guatemala, entre otros muchos nombres, es Humana de Niebla, el Ser de la Niebla, la mujer que siempre ha existido. En japonés es Amaterasu Omikami, La Divinidad que trae toda luz y toda conciencia. En el Tíbet se llama Dakini, la fuerza danzante que otorga clarividencia a las mujeres. Y la lista de nombres sigue. Ella sigue.
La comprensión de la naturaleza de esta Mujer Salvaje no es una religión sino una práctica...
De nuevo con estas palabras de Clarissa Pinkola, celebro el encontrarnos entre amigas, inspirarnos y protegernos. Recordarnos ese olor que está por debajo y siempre nos recuerda a la mujer salvaje... la convocamos con nuestros mimos, comiendo pipas en la cama frente al ordenador, escribiéndonos mails buscando caminos para ser, estando presentes y no huyendo. Amiga caminante, se hace camino al andar, y la diosa está en nuestras caricias, y la mujer salvaje nos sirve de lecho y de acicate, nos azuza y nos calma, nos sostiene y nos salva...

No hay comentarios:

Publicar un comentario