Un sueño nocturno de inicio del verano. Amazona y unicornio.


Y para mostrar ese pulso entre la vida y lo que cuesta mantenerse en la alegría, narro un sueño que tuve al inicio del verano.  Siempre sentimos que somos muy raras, y todas somos raras y "normales" a la vez. La vasta extensión de las mujeres, la vasta extensión de lo humano. En el proceso de devenir terapeuta gestática, en esos más de cinco años, y años con un grupo aprendí en carne y en experiencia, la importancia de hacer red con los otros y cuanto de cada una había en las demás.
Camino entre pasillos que tienen formas. A veces las paredes son blancas. A veces estoy sentada como en rectángulos que están dedicados a todos los caídos con anterioridad. Hay caminos del laberinto que se pierden, otros llegan a la cama de los unicornios. Soy Unicornio, soy mujer y soy varón y esa blancura me da paz. Al mismo tiempo soy un chorro rojo que propulsa sangre. Soy la vida. Y soy la muerte. El cuerno es blanco y de las cabezas decapitadas chorrea sangre. Me acuesto y te acuestas en el líquido. Esa sangre se bebe y da fuerza. Me dices que soy una niña del futuro. Quiero encontrar calor que funda las esquirlas de las estrellas trituradas para darme de comer, para sostenerme con vida. Es invierno. Quiero confiar en que podré más a veces tengo miedo de que todas las estrellas pierdan su luz. Y de que yo me apague.

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