La integridad en el amor
es la única guía cierta
hacia la sabiduría
que conduce a la libertad
Con esta dedicatoria a Sofía, Marion Woodman y Elinor Dickson, inician el libro Bailando entre llamas. La Diosa negra en la transformación de la conciencia. Son de ellas las palabras siguientes. Después de pasarme toda la mañana con Perséfone, he decidido reservarla para mañana, ya que el lado lodo y cocodrilo de la diosa, emergía en mi búsqueda y me arrojaba luz sobre las preguntas pertinentes para este trayecto y mis vivencias del último año, y que recalcaré en letras más gordas en el texto de ellas.
La otra
cara del arquetipo materno se plasma en palabras como indomada, volcánica,
terrible, voraz, Diosa de la Muerte, Devoradora de la oscuridad.
Cuando se
trabaja con estos atributos, hay que reconocer la diferencia entre energía
arquetípica y energía de la persona. La energía arquetípica lleva una carga
mucho más potente que la energía de la persona; es como la diferencia entre un
relámpago y el graznido de un pato. Jung entendía el arquetipo como un campo de
energía magnética en el centro del complejo de la persona. En torno a nuestra
madre personal o a la pérdida de nuestra madre personal, construimos respuestas
potentes, psicológica y físicamente. Estas respuestas vienen cargadas de
sentimientos uterinos, preverbales, de nuestra primera infancia. Reverberan en
nuestras respuestas frente a las mujeres en general.
En el
centro del complejo materno está la madre arquetípica, la Diosa. Es imposible
ver el arquetipo en sí. Es un campo de energía potencialmente magnética al que
fijamos una imagen que acaba proyectándose hacia fuera. Esta energía atrae y
repele a otros seres que entran en su orbita. Es más atrae, o repele al yo con
tal intensidad, que es capaz de anular la conciencia hasta el punto en el que
el yo deja de estar presente para poder elegir, ya sea así, o no, o quizás.
Ahora bien,
el lodo y los cocodrilos albergan una energía creativa inmensa, siempre y
cuando no nos absorban. En las adicciones, cuando las personas se hunden en el
lodo de la madre cocodrilo cuando hincan el diente en la segunda magdalena, o
toman dos tragos de una botella de whisky, o dan un beso “de más”, o hacen
demasiado de aquello que es su lodo. En sus ojos vidriosos se puede ver el
momento en el que la energía arquetípica derrota al yo. No hay nadie en casa.
Cuando el contenedor del yo no es lo bastante fuerte para relacionarse con ese
poder luminoso sin identificarse con él, se impone la destrucción.
Identificarse es “convertirse” en el Dios o la Diosa sin el fundamento femenino
necesario para restablecer las fronteras que nos devuelven a nuestra humanidad.
Relacionarse es saber que el yo es el instrumento a través del cual fluye la
energía divina. La Callas se relaciona tanto cuando honra a lo divino por su
talento, como cuando baja del escenario y se convierte en la sencilla mujer,
que disfruta de su plato de comida.
En las
primeras fases del aprendizaje de cómo relacionarnos con la energía
arquetípica, solemos pensar en lo arquetípico como si tuviera dos caras
opuestas. Cuando hacemos asociaciones con la Madre, por ejemplo, pensamos en la
madre positiva como lo femenino nutricio, amoroso, protector. En Occidente,
separamos estas características de la voraz, devoradora, terrible Diosa de la
Muerte. Al mismo tiempo, sabemos que si no logramos salir del nido acolchado de
nuestra adolescencia, es probable que nos veamos incapaces de vivir en
libertad. Quizás entonces sintamos el impulso de encontrar otra madre que nos
arrebate tiernamente nuestra fuerza.
Sí, por
otro lado, nos crió una madre juzgadora, es posible que asimiláramos su fuerza
con el fin de sobrevivir. Por el mero hecho de luchar con ella día tras día, al
final nos pusimos en pie con nuestras propias fuerzas liberadas. Y libres para
encontrar una pareja liberada, libres para crear una relación de pareja madura.
Una perspectiva
más amplia nos indica que, en última instancia, las palabras positivo y
negativo no son aplicables. Se convierten en palabras justicieras. Lo cierto es
que la Diosa que da la vida es la misma que la arrebata. Este hecho no acepta
sentimentalismos. En el pensamiento femenino, convivimos con la paradoja más
allá de las contradicciones. Ella es la corriente de vida donde la creación da
lugar a la destrucción, donde la destrucción al servicio de la vida da lugar a
la creación.
Las
relaciones en nuestra cultura están en crisis en torno a lo maternal. Durante
siglos, lo maternal ha sido sinónimo de feminidad, y muchas personas todavía
piensan que nuestra feminidad está bien desarrollada, si se manifiestan los
aspectos nutridores, sólidos como la roca, de la madre. Sin embargo, si
volvemos a mirar con un par de lentes nuevos, tal vez se nos planteen preguntas
nuevas:- ¿He establecido límites manejables para mis hij@s? ¿Les sirvo de
espejo, reflejándoles sus propios sentimientos y valores, o espero que ell@s me
sirvan de espejo a mí? ¿Soy una persona dependiente de su dependencia con
respecto a mí? ¿Actúo desde el poder o desde el amor? ¿Me identifico con lo
maternal? ¿Soy madre consciente?
En las
relaciones lesbianas y homosexuales, estas preguntas son igualmente relevantes,
ya que lo maternal forma parte de toda relación.
También l@s
héroes/heroínas solares tienen que lidiar con un idealismo destrozado, teniendo
miedo de la feminidad. Quizá sepan que las matriarcas/patriarcas no pueden
aceptar la realidad de sus hij@s:
-
¿Quién soy yo cuando se hacen añicos los ideales? ¿Qué
aspectos de mí misma no puedo afrontar? ¿La codicia, la lujuria, la violencia?
¿Quién soy yo sin mis infladas fantasías?
Para pasar a ser persona madura necesitamos fuerza para
aferrarnos a la totalidad, a la humanidad entera, sombra incluida. Esta
humanidad está fundada en el amor que mantiene unidas a todas las células del
cuerpo.
Y a tod@s nos conviene recordar que lo maternal es sólo un
aspecto de la feminidad. Si no lo hacemos, en el engreimiento de ser madres
conscientes, cuando un día nuestra pareja nos responda desde un lugar que no
sea la madre, el impacto nos sacará de nuestra suficiencia. Lo femenino que
lucha por encontrar su propia voz viene del arquetipo de la Virgen. No es la voz
que viene de la garganta oprimida y las espaldas militares del complejo
patriarcal que dice” Ésta soy yo y esto es lo que quiero.”
El verdadero trabajo en muchos problemas relacionales está
en separar la nueva feminidad, la propia Virgen, del complejo materno. Así, en
lugar de actuar desde respuestas introyectadas y automáticas, la virgen aprende
a vivir espontáneamente desde las emociones y los valores que tienen su
fundamento en su propia musculatura. La virgen iniciada es lo femenino, que es
quien es porque ésa es ella. Como la selva virgen, está llena de su propia
fuerza vital, llena de potencial, preñada. Sus características no pueden
separarse completamente de la madre y de la anciana. Confiamos, que algún día,
madre, virgen y anciana, serán un todo integrado.
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